
Boca y su equilibrio: nada por aquí, nada por allá
El fútbol tiene reglas comunes en todas sus formas: si el balón se pasa mal, no hay táctica que sea eficiente para irse ganador.
El funcionamiento de todo equipo depende de la pelota. Y la pelota, de los jugadores. Boca, con estos jugadores, con este equipo, nunca supo qué hacer con la pelota...
En todo caso, su búsqueda terminó siendo un abuso del pelotazo, un arrebato a la razón del fútbol bien jugado y mejor pensado. Jamás se encontraron variantes ni fluidez en la salida, Battaglia y Somoza se pisaron porque son del mismo perfil, los laterales tampoco se acoplaron para darle amplitud a la subida, Mouche debió sobreexigirse desde el esfuerzo y Palermo hacer lo que podía, de a ratos como un asistidor ante el enganche ausente. ¿Chávez y Colazo? Los dos, cada uno por su costado y sólo por allí, carentes de sorpresa, quedaron siempre obligados al uno contra uno y, así, el centro se presentó como única medida. Sin duda, una pésima receta para vulnerar a un rival que en el segundo tiempo se sintió cómodo 0-0.
Y Boca también mantuvo el cero, claro. Y lo hizo por segundo partido en hilera. Pero de qué sirve si del otro lado no genera nada. Contra Godoy Cruz, aun perdiendo 4-1 de local y con todo lo que eso significa, tuvo más situaciones claras que las sumadas frente a Racing y All Boys. No hay que darle muchas vueltas al asunto: el orden de un equipo no lo da un sistema sino el concepto de cada jugador y su compromiso. Y el exceso de equilibrio suele derivar en desequilibrio, es decir: Boca no sufrió atrás porque All Boys no tuvo sintonía fina, aunque tampoco quiso exponerse ni arriesgar prescindiendo de los laterales que sobraban o, al menos, haciéndolos participar de la ofensiva. En definitiva, nadie puede negar que Boca fue un equipo equilibrado: nada por aquí, nada por allá.